viernes, 18 de diciembre de 2009

Desde otra mirada

Entender otra religión, otra cultura, saber de otro país, de otra comida, no usar el tenedor, tener otra visión, tecnología, costumbres diferentes.

En esta ciudad no existen las fronteras, ni las distintas razas. Todos somos jóvenes, todos queremos aprender, todos quedamos facinados por igual al ver los edificios que se acumulan en Manhattan, todos usamos el subway, todos nos entendemos (otras veces no), todos hablamos el mismo idioma, todos discutimos, todos tenemos momentos tristes, todos tenemos momentos alegres, todos nos reímos igual, compartimos, sonreímos, escondemos secretos, contamos algunos, tenemos inquietudes, nos arropamos.

Durante estos cuatro meses hemos compartido muchas cosas con gente de otras culturas, gente muy distintas a nosotros. Seguramente desde nuestra pequeña Llagostera nunca nos hubiéramos planteado tener amigos budistas, poligámicos, amantes del yoga, o del heavy metal, poetas koreanos, swahili parlantes, judíos con kipás. Pero esto es New York y la ciudad nos une a todos.

Juntos nos entendemos, nos contamos, nos enseñamos, comprendemos y poco a poco cambiamos nuestra mentalidad. Creo que esta ciudad te transforma, te vuelve más tolerante, comprensivo, más persona.

Hemos compartido con muchos pero no puedo irme de la ciudad sin citar a dos personas, Hiroko y Masato, mis japoneses favoritos. Hiroko es una joven maquilladora profesional. Ha venido a pasar un tiempo para perfeccionar su inglés y reconocer que está abriendo su mente desde que vive en esta ciudad. Vamos juntas a clase y me ha prometido visitarme a Barcelona este persona.

Masato es un poco mayor que nosotras. También es japonés y es cantante de ópera. Pasó dos años en Italia para aprender italiano y poder cantar la Traviata y ahora el gobierno le paga su estancia en la ciudad de los rascacielos. También va con nosotras a clase y suele ser el organizador de las salidas colectivas (normalmente nocturnas).

Ellos dos, son un ejemplo (mi mejor ejemplo) del grupo de personas que me han ayudado a ver la ciudad con otra mirada, verla desde una mirada rasgada.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Una estona de cel

Després d’una jornada plujosa i plena de lliçons que ens serveixen per aprendre un altre idioma, toca tornar a casa… No tindria sentit fer aquesta entrada en cap llengua més que no sigui en català, així que aquells que no m'entenen espero que no m'ho tinguin en compte.

Al carrer 23, creuant amb la 3a avinguda podeu trobar un petit edifici que destaca sobre els altres. No per la seva bellesa ni per les seves dimensions, sino per tot el contrari. En aquesta ciutat la magnitut no impressiona. Al mig d'edificis majuestuosos, de més de 30 plantes i de façanes netes s'amaga, tímidament, una escola de Taekwondo. Respecte i disciplina. Pujant les escales hi ha una col·lecció de sabates dels seus alumnes i, si pugem una mica més, curiosament i trobem una casa. Sovint les mares que esperen a que surti el seu fill es sorprenen en veure que nosaltres encara pujem algun escaló més. Sí, allà és on vivim. Obrint la porta ens trobem amb un gran menjador ple de miralls i varies portes, una d'elles dóna a l'habitacio on hem passat aquests mesos.

Al entrar prenem una decisió, avui tindrem una estona de cel. Baixem les escales ràpidament (intentant no emportar-nos per davant cap sabata), anem a comprar i per un moment ens sentim com si en comptes de al "Joe's trade market" fóssim a Can Madí. Tomàquets de sucar, una barra, pernil, llonganissa, llom, formatge, oli d'oliva i una mica de vi. Tornem contentes i preparem la vetllada. Quimi Portem i Els Pets ens acompanyen durant aquesta estona que ens sentim com a casa. I per uns breus moments una estona de cel, ja no importa el demés una estona de cel. L’Atlàntic no sembla ser un obstacle.

Parlem de la familia, d'en Laits, de les aventures de l'Elena, de la Júlia i en Quimet, de l'Eli, d'en Castelló, de la gent del pub, del puig, del nen de la Belén, de la cuca Feliua, de la feina de la Rama, de l’Eva de patinatge, d'en Jordi Clara, de l'Assumpció Llobet, de les teresines, de “la boda del año”, de l'Arnau i la Rosamary, de l'Estel Ciurana, de Can Llirinós, d’en Montagut i l’Eleina de Ridaura, d'anar un dia a mercat, d'en Josep, de la Lolita, del perdiguer, de la guitarra de l'Agustí, de les gràcies d'en Russi, de la felicitat d’en Jordi Plà,  de Dones d’Arreu, de la crescuda que ha fet la Paula, del glamour la Núria Aluart, d’en Pol, d’en Viñas que és a Madrid, del butlletí, dels amics de la universitat, de la Costa Brava, de Malibú, del Món apart, dels Jovenet, de Can Cassoles, de Llagostera Ràdio, del campanar, d'en Barraman, del carril bici, de l'estació, d’en Grau, d'en Quim del pavelló, del fill de l'alcalde, de l’equip de patinatge, del casal d'art, del casal d'estiu, del xicalicà, dels desmais, del parc de la torre, de les reunions de la fundació Simon de la Simona, de la Montse Masdevall, del mossèn Enric, de les bogeries de la Júlia Turon i la conversa cada cop es torna més animada. L'estona és llarga pero se'ns fa curta, quan ens n'adonem s'ha acabat el pernil. Però aquest temps robat fa tirar endavant fins poder arribar al proper dimarts. I per uns breus moments una estona de cel ja no importa el de més, una estona de cel.

Lara.

Alba.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

el lugar donde la gente es feliz

Jueves por la mañana, New York ha empezado la jornada. Los conductores pitan nerviosos y pisan sus embragues esperando que su semáforo se ponga rojo. Nosotros, tranquilos, contentos y sin encajar con el resto del decorado neoyorkino encendemos la radio de nuestro Ford focus recién alquilado e ignoramos el resto de la ciudad. La voz del GPS empieza a dar sus primeras indicaciones y Johnny Cash empieza a cantar: -All i do is drive drive drive try to stay alive
And keep my mind on my load keep my eye upon the road
I got nothin' in common with any man who's home every day at five
All i do is drive drive drive drive drive drive. No tiene sentido conducir por las carreteras perdidas de Estados Unidos sin escuchar música country. Por suerte, lo sabemos de antemano.

 

Unas horas más tarde nos disponemos a buscar un hotel, estamos en Boston. Apagamos la radio, bajamos del coche y dejamos el equipaje (sorprendentemente ligero) en la habitación. Salimos por la puerta y quedamos asombrados al ver donde nos encontramos. Andamos unos pasos sin decirnos nada, mirando hacia un lado y el otro y finalmente nos disponemos a hablarnos – ¿tomamos alguna foto?.

 

Durante nuestro primer paseo por la ciudad nos cruzamos con mil sonrisas y con unas calles limpias y llenas de edificios elegantes y ordenados. Todo adquiere armonía y la gente de la ciudad parece que baile un vals al pasarnos por delante. Es allí donde nos damos cuenta de que en esta ciudad la gente es realmente feliz y nos unimos a ellos.

 

Los coches paran cuando queremos cruzar, aunque tengan preferencia y cada rincón nos sorprende, todo parece perfecto. Sobretodo el Common Park, que decidimos que tenemos que volver a visitar (de día) al día siguiente. Después de andar sin rumbo por el parque nos encontramos con una pista de patinaje sobre hielo llena de gente. Las sonrisas de todas las generaciones se deslizan y a la vez se mezclan y se cruzan. Nos quedamos a observar. A los 5 minutos vemos a alguien que brilla sobre los demás. Un señor mayor patina como si volara y entre piruetas y pasos de danza no desaprovecha la oportunidad de lucirse en cuanto ve un flash. Al pararse enfrente nuestro se coloca en posición un poco agachado y brazos en jarra y nos dedica una pirueta.

Cenamos, paseamos, tomamos algo y decidimos acostarnos. Mañana seguiremos explorando.

A lo mejor os aburro con tanta perfección pero no veo otra forma de hablar de esta ciudad. Suele llover y un día de sol como el que presenciamos enfatiza el buen humor de sus habitantes. 

Al día siguiente visitamos la ciudad de día (no sin pasar antes por Starbucks a comprar una experiencia) y, al pasar por Common Park, un ardilla se acerca a despedirse de nosotros. Entonces nos damos cuenta de que es hora de irnos con el country a otra parte… Conectamos el GPS y elegimos nuestra próxima destinación. Descansados y contentos nos vamos rumbo a Canadá, acompañados de Charlie Daniela. - Yes it starts right now in (America, America,) I know the sun is risin' on a better day. (America, America,) we got the power and we know the way. (America, America,) well let me say a few words about the Red, White, and Blue. (America, America,) I know you're gonna do it I believe in you.

 

sábado, 24 de octubre de 2009

Aquellas pequeñas cosas

Aquellas pequeñas cosas, la canción que me recuerda a mi madre. Nos reconoció, en un momento sensible, que esta canción de Serrat la hace llorar. No en cualquier momento! solo cuando la escucha de camino al trabajo, en su monovolumen (se escribirá así?) Renault Scenic, sin nadie en el asiento de al lado. No son lágrimas de pena, sino de nostalgia y de felicidad.

 Todos tenemos nuestras pequeñas cosas, nuestros pequeños recuerdos, nuestra pequeña lista que nos da identidad. Siguiendo con mi madre (Merch, Amelie, la madre de Lara Paula y Julia, la esposa de Lluis, la hermana de Pili y Fifi, la tia guay, la pequeña de Amparo, la señorita Merche), os voy a contar otra historia. Hace unos años tuve un momento triste y ella (como haría cualquier madre) me intentó animar. Ella siempre me ha remarcado la importancia que tiene el futuro, pero sobretodo la importancia que tiene el presente. Es verdad que debemos trabajar para conseguir aquello que queremos más adelante pero nunca debemos olvidar que, aunque aquello no llegue, es importante poder mirar atrás y ver que solo el camino ha valido la pena. Así que en aquel momento, mi madre, me dijo que no era una solución estar triste sino que esto me tenía que servir para valorar todo lo que tengo ahora y vivir con intensidad. Así que en lugar de soltar un gran discurso maternal me dio un pequeño libro, “Coses que fan que la vida valgui la pena”. La autora es Maria Mercè Roca, autora catalana compañera de la infancia de mi madre, y el libro relata distintos detalles que construyen su felicidad. Aquel día leí el libro y empecé a valorar.

Hoy, 4 años más tarde, quiero dejar escrita mi lista.

Estar en la cama y que llueva, un helado de chocolate del Dino, que te guste un vestido y encuentres tu talla, encontrarte a alguien de tu pueblo cuando estás lejos, comer paella en casa l’àvia, que pongan “brown eyed girl”, compartir un secreto, un e-mail que no sea un e-mail en cadena, las patatas fritas de Ana, recibir una postal, una tarde de domingo en la Latina, un encuentro en el “Diario de Patricia”, que te espere alguien en el aeropuerto, un buen consejo, pasear por Malasaña, una llamada inesperada, salir antes de trabajar, aprobar un examen, una bañera de agua caliente, un nuevo capítulo de Lost, un beso, escuchar un marujeo, cruzar el puente de Brooklyn de noche, que llegue el verano, una flor el día de Sant Jordi, un abrazo de los que casi te ahogan, reecontrarse con un amigo que hace muchos que no ves, que se acuerden de tu cumpleaños, adornar el árbol de navidad, comprar un billete de avión, dar un regalo, un plato de “escalivada”, preparar una maleta, encontrar una camiseta que pensabas que habías perdido, recibir una sorpresa, que te sirvan una Estrella Damm en un bar de New York, escuchar a alguien hablar catalán, ver fotos que no recordabas ni que tenías, leer el final de un libro, comer regaliz, patinar en el Luna Park, una sonrisa, decir “feliz año nuevo”, el pà amb tomàquet, cantar en un karaoke, recordar momentos de la infancia, que gane el Barça cuando estoy en Madrid, las tardes-noches de carrera en el piso, "Es Pou des Lleó", la cena de noche buena, San Sebastián, ver a alguien tocar el saxo, el momento antes de salir a competir con mi equipo de patinaje, graduarse, un petit suisse de chocolate, ver ganar al Sant Josep, las fiestas del polivalent, los lunes al sol, un partido de baloncesto, un anuncio gracioso, un “quinto” en “l’Enrenou”, observar el cielo, una actuación de Sabina, la tripita de Belen, el color rosa, que se te pongan los pelos de punta, patinar en el Retiro, Williamsburg, una canción de Bom Bom Chip, el atardecer en Central Park, el atardecer en Benirrás, un cuadro de Alba, despertar escuchando Bob Dylan, perderse en la ciudad, tomar el café en la calle 23, una partida de palas en Punta Prima, el sonido del mar.

martes, 13 de octubre de 2009

Carlitos


Este*…

Decir adiós, salir del apartamento y coger el metro dirección Queens (importante: la N o la W que la cosa no funciona con normalidad), bajar a la 30 y andar a mano izquierda hasta la 42, girar a la derecha y ya!

 Allí me encuentro con Carlitos y con la gente que durante las próximas horas trabajará sin parar para darle sentido a su historia. La curiosidad por este mundo desconocido para mi (vivir de cerca un rodaje) me ha llevado a pasar el fin de semana en una casita de Queens, donde un equipo de profesionales muy majos (pana* para ellos) se han encargado de dar forma a una idea que tuvieron 9 meses atrás. Carlitos, el gran protagonista, es un osito de peluche que ha vivido durante años encerrado en una caja. Parece que, cuando finalmente su dueño lo ha reecontrado, él no está muy contento de haber perdido parte de su vida allí dentro y decide (combinando lingotazos de tequila y citas de grandes autores) hacerle la vida imposible.

 Entre cafés, bromas, cables y polvos saca-brillos todo va adquiriendo forma y sus creadores se sienten orgullosos de su trabajo. Y yo también, de poder vivir esta nueva experiencia.

 El padre-fundador de Carlitos, el director Javier Perez-Karam (mente talentosa capaz de definir a “el tamarindo*” como a un fruto parecido a una uva con un toque de Jengibre y mango, cubierto por una especie de cáscara) ha estado acompañado desde el primer momento de sus incondicionales, quienes tambien han dado sentido a toda esa vaina*:

Alex Prokos, compañero de la vida de Javi.

Alejandro Ferrer, conocedor de las noches en Taboo (Madrid) y meteorólogo.

Leonard Zelig, dueño de todo mueble que pueda salir en el rodaje y jugador de futbol.

Roberto Alcázar, persona capaz de hablar sin voz y con eso decirlo todo.

 Sin olvidarnos de la colaboración del recién llegado Luis, de Anabella, de Pilar, de los actores y de la gran ayuda del P.A John, sin el cual el rodaje no hubiera sido posible.

 En fin, gracias por esta nueva experiencia y por mostrarme el patio delantero de vuestra casa y parte del interior. Espero veros de nuevo para que nos podamos acabar de mostrar las flores y también la porquería que esconde el patio trasero.

 Espátula y un boliqueso, digo… un bolibeso!

 *Más aprendizajes adquiridos en el rodaje. 

lunes, 5 de octubre de 2009

Un café con amor

Los encargados de despertarnos cada mañana no son nuestros despertadores, ni el ruido de los coches y ambulancias, sino los trabajadores del quiosco de la calle 23. De camino a la escuela cada día hacemos una parada técnica allí para comprar nuestro café, entramos en boxes y al salir adquirimos otro ritmo, más vitalidad.

Nos conocen. Uno con azúcar otro con sacarina. Siempre mientars esperamos nos contamos la vida, al final todos somos inmigrantes en esta ciudad! Nos encantan vuestros cafés, comentamos, y nos dicen en un inglés con acento marroquí: -Porque están hechos con amor! Nos despedimos con un: -See you tomorrow! Y…

seguimos avanzando. Si no vamos tarde, nos permitimos hacer un pequeño descanso para terminar nuestra bebida amorosa en unas mesas que hay situadas en la 5th avenue, delante del flat Iron Building, a cuatro pasos de mi agencia (me verán desde la ventana?).

Retomamos el camino. Cada vez más despiertas, subimos la fashion avenue, nos quejamos de los turistas que van a paso lento y de los chicos que te intentan convencer en cada esquina de que hagas un tour en autobús, y mientras tanto aceleramos más el paso, ya no vamos tan bien de tiempo.

Pasamos por delante del Madison e inevitablemente siempre tengo que mirar hacia arriba un momento y dedicarle una sonrisa, ya queda  poco para que te vea de dentro pienso.

Nos cruzamos con la ejecutiva que se cambia las bailarinas por tacones, el vendedor de fruta que pasea su carrito, la china del restaurante de la esquina y el señor que trabaja de cartel con patas de Burguer King.

Al llegar a la calle 36 cruzamos. Una vez en la puerta de la escuela siempre es hora punta (las 10!). Hay una larga cola para coger el ascensor. Así que un día más nos toca subir andando los 5 pisos. Llegamos sin casi poder ni respirar... Me despido de Alba y me dirijo a la clase 515. Hi Lara! Me saludan. Me esperan 3 o 4 horas y media de clase (según el día) en la torre de Babel. Así que una vez sentadita y con el libro abierto me toca agradecerle a mis despertadores que un día más hayan hecho bien su trabajo (con amor).

domingo, 27 de septiembre de 2009

Noches en Brooklyn

Si la ciudad no duerme nosotros tampoco.

Hoy quiero hablaros de las noches que hemos pasado en Brooklyn. Solo llevamos 3 semanas aquí pero hemos pasado muchas noches allí. Como diria Sabina, 19 días y 500 noches….

Mas concretamente hemos estado en Williamsburg. Para aquellos que no lo conozcan es un barrio que podríamos considerar como el Soho de Brooklyn. Se ha puesto de moda entre los jóvenes y artistas. Los alquileres en Manhattan son exageradamente caros y la gente se está mudando hacia allí. Se respira un ambiente joven, alternativo y familiar.

Nuestra primera visita fue en la inauguración del “Mercat negre”, un restaurante catalán que ha abierto su segundo negocio en la ciudad. Estuvimos en la terraza comiendo paella, pa amb tomàquet, bebiendo vino del Priorat y despidiéndonos de otros exquisitos platos que estaremos algun tiempo sin comer. Alli recibimos la visita de Álex y David, dos peruanos locos pero que les estamos cogiendo mucho cariño. A Álex ya le conocí el año pasado cuando salí con mi primo que vivia en la ciudad.

La segunda ocasión la tuvimos dos días más tarde. La prima de Alba, Carlotta, tiene unos amigos que organizaban una fiesta en la terraza de su casa para presentar su nueva linea de camisetas (son diseñadores) y fuimos a disfrutar de una de las últimas noches de buen tiempo en la ciudad.

Después de estas dos noches con Álex, David, Carlotta y sus amigos conocí a la dupla “Willy & Carmelo”. Os haré una buena introducción de ellos porque supongo que saldrán más de una vez en este blog. Willy y Carmelo son un asturiano y un sevillano que se fueron a las américas a probar suerte en el negocio de la publicidad. Estuvieron un tiempo en Miami y les surgió la oportunidad de venir aquí y no la desaprovecharon. Viven en Williamsburg y trabajan en una importante agencia situada en Manhattan. Han hecho un buen grupo de amigos aquí y son un amor de gente! Contacté con ellos gracias a un amigo de Madrid y nos han ayudado mucho en nuestra adaptación nocturna los primeros días en NY. Les tenemos mucho cariño.

Les hice una visita a la agencia la primera semana de estar aquí y me sorprendieron desde el primer momento. No esperaba que la tercera frase que me dijeran fuera –Queréis salir con nosotros esta noche? Vamos a una fiesta en casa de unos amigos.

Y eso hicimos. Dos horas después ya estábamos en una casita de Brooklyn con un gran jardín, conocido por todos como “el jardín del Edén”, compartiendo experiencias y ron con buena gente. Luego fuimos al “Union Pool”, un bar gigante con una terraza enorme situado cerca de la casa.

A la semana siguiente llegó el momento surrealista pero también la mejor noche que hemos vivido hasta el momento en la ciudad. Fuimos a casa de Carmelo, donde conocimos a Thomas y Emilio. Todos juntos fuimos hasta el lugar donde había una fiesta organizada por un grupo de gente que tienen muy buena fama en la organización de cosas así. La simpatía de Carmelo hizo que el portero nos diera pases gratis para la fiesta (habían coincidido en la grabación de algún spot) y nos metieron a todos en una especie de furgo que nos llevó hasta un descampado perdido en la nada. Pensábamos que allí nos sacarían todos los órganos y los venderian en el mercado negro pero no. Allí había un barco amarrado y dentro una fiesta ambientada en los años 30. Música en directo, buena compañía y algo diferente, eso es lo que encontramos allí. Según nos contaron aquel barco era de un chico que había alquilado los camarotes a sus colegas y vivían allí. Es un barco grande, de tres pisos, donde cabe muchisima gente. Según nos contó Carmelo el barco no tiene motor por lo que si quieren cambiar de sitio alguien les tiene que arrastrar, así que el dinero de la fiesta sería destinado a comprar uno. Lo pasamos genial ese día. Como podéis ver no puedo evitar acabar la fiesta en El Barco!

La última noche en Brooklyn fue antes de ayer. Mateo y Borja (los inquilinos de la casa del Jardín del Edén) dejan la ciudad e hicieron una fiesta de despedida en su casa, again. Había muchísima gente, música y (como ya viene siendo habitual en estas noches) muy buena compañía! Estuvimos allí hasta que empezamos a molestar a los vecinos y nos desplazamos a nuestro ya querido Union Pool. Cuando cerraron las puertas volvimos a Manhattan…

El barrio de Williamsburg y la gente que lo habita consigue que allí nos sintamos como en casa. Así que seguiremos pasando los días en Manhattan y las noches en Brooklyn.


L.