lunes, 3 de diciembre de 2012

Un Nokia del tamaño de un zapato


No me había pasado hasta hoy (aunque hoy no es hoy, es el jueves 29 de noviembre que es cuando escribí este post pero no recordé colgarlo). No me había pasado hasta hoy y mira que desde los 3 años y medio que hace que me fui de Madrid me podría haber pasado unas cuantas veces, tantas como navidades he pasado cerca de luces que no iluminan ni Fuencarral, ni Gran Vía:

Os sitúo. Estamos a finales de noviembre y las calles ya están llenas de motivos navideños y empiezan a sonar los primeros "uiuishus". Es noviembre señores, solo noviembre! Mi madre tiene su propia teoría que dice que hasta el 1 de diciembre no se puede montar el árbol. De hecho una clara prueba de lo avanzados que vamos es que a principios de mes la programación de cine de domingo ya me había deleitado con dos películas típicas americanas de navidad y todavía no habíamos guardado los ventiladores, y ni mucho menos encendido las calefacciones.

En fin, esta descarga prematura de luces de colores me recuerda los años que pasé en Madrid. Cuando todavía los más atrevidos no habían cambiado el pantalón corto por el largo, en Avenida Burgos ya tocaba pensar en familias, planazos navideños para decir "feliz navidad" a todos por pocos céntimos, anunciar móviles que en aquél entonces eran lo más de lo más y acompañarlo todo de nieve, árboles, sonrisas, luces... Ah! y el nuevo logo de Movistar.

Tanta luz en Barcelona me ha hecho recordar en concreto un proyecto, porque como os contaba la situación lo vale y porque fue el primero, y ya solo esto lo convierte en especial.

Marta, mi jefa, se me acercó un día y me dijo la frase mágica: -Esto lo vas a llevar tu! Me temblaban las piernas, nunca antes había llevado un proyecto sola, y entre ilusión e inexperiencia cogí aquel briefing.

Se trataba de coordinar una lona enorme que se colocaría en navidades en el medio de la Gran Vía, una lona que costaba mucho más del sueldo sumado de todos los que leamos este post. El toque estrella era que unas lucecitas que en aquel momento eran lo último en publicidad, irían iluminando los móviles que comunicaba ordenadamente (y que cambiaron mil veces hasta su producción).

Hicimos la sesión de fotos, sufrimos mil ajustes y aquella navidad no podía pasar por aquella calle llena de gente sin dedicarle una mirada (y un pequeño guiño).

Aquella lona que algunos criticaban, algunos admiraban y otros, los que iban con prisas por comprar los últimos regalos, ni miraban, era mi primer trabajo de cuentas, el primero que salía del mundo de las adaptaciones de prensa y además fue parte del alumbrado de Callao.

Después de aquel proyecto vinieron muchos más, pero la ilusión del primero nunca se olvida. Así que todavía ahora cuando veo a algún desactualizado con un Nokia del tamaño de un zapato no puedo evitar que me despierte simpatía, uno de estos se encendía intermitentemente en la lona Gran Vía.