jueves, 28 de abril de 2011

El bueno, el feo y el malo

Miércoles 27 de abril. Las calles de Barcelona se vacían poco a poco hasta quedarse completamente desiertas. El reloj marca la hora acordada, se escucha el ruido de madera de las puertas del último bar al cerrarse, pasa una bola de paja y parece escucharse el silbido de Kurt Savoy. Piriririuuuuuuu… Va a empezar el duelo, al más puro estilo western...

La calle está desierta pero en contraposición, los bares y las casas se llenan de cervezas, palomitas, pipas, pizzas y gente, sobre todo mucha gente.

Mis dos ciudades son ahora rivales y, aunque no me guste el futbol, no puedo evitar sentir una enorme simpatía hacia la ciudad que ahora me alberga y que representa a mi tierra. Las dos están completamente paradas, y durante 90 minutos solo tendrán un objetivo: concentrar todas sus fuerzas en conseguir que una pelota entre en una portería, la de su rival.

Empieza el partido y los habitantes de los sofás de Barcelona dan indicaciones a los jugadores de su equipo, suben el volumen en sus comentarios de técnicos momentáneos y parecen enfadarse cuando los jugadores no les escuchan. Vaya, yo nunca he intentado hablarle a Julia Roberts en la pantalla para que cambie el final de Notting Hill, pero parece que en futbol todo es posible y a veces parece funcionar.

En la primera parte se vacían toneladas de latas de cerveza y los ceniceros de llenan de colillas (no en los bares) y cáscaras de pipas. La gente está tensa y espera que pase algo, esperan el toque de salida para empezar a contar los pasos antes de girarse y disparar.

Después de 15 minutos para visitas al baño y al microondas para hacer más palomitas, la acción parece llegar. El feo y el malo expulsados en la segunda parte y dos disparos que parecen sentenciar el duelo. Tras apretar el gatillo y acertar dos veces, la euforia ya es apreciable, y el bueno, desde el banquillo, parece estar más tranquilo y seguro de sus vaqueros. Los espectadores se abrazan, llaman, envían SMS, MMS, fotos, What’s app, publican su emoción en twitter, en Facebook, en tuenti, gritan, se vuelven locos.

Las calles se vuelven a llenar, pero esta vez de petardos, bocinas y gritos. La gente está contenta y, aunque les recorten la sanidad, hoy están orgullosos de ser ciudadanos de Barcelona. Una semana de alegría a la espera del duelo de vuelta, el cual el bueno no lo ve ganado y el malo lo da por perdido.