Aquellas pequeñas cosas, la canción que me recuerda a mi madre. Nos reconoció, en un momento sensible, que esta canción de Serrat la hace llorar. No en cualquier momento! solo cuando la escucha de camino al trabajo, en su monovolumen (se escribirá así?) Renault Scenic, sin nadie en el asiento de al lado. No son lágrimas de pena, sino de nostalgia y de felicidad.
Todos tenemos nuestras pequeñas cosas, nuestros pequeños recuerdos, nuestra pequeña lista que nos da identidad. Siguiendo con mi madre (Merch, Amelie, la madre de Lara Paula y Julia, la esposa de Lluis, la hermana de Pili y Fifi, la tia guay, la pequeña de Amparo, la señorita Merche), os voy a contar otra historia. Hace unos años tuve un momento triste y ella (como haría cualquier madre) me intentó animar. Ella siempre me ha remarcado la importancia que tiene el futuro, pero sobretodo la importancia que tiene el presente. Es verdad que debemos trabajar para conseguir aquello que queremos más adelante pero nunca debemos olvidar que, aunque aquello no llegue, es importante poder mirar atrás y ver que solo el camino ha valido la pena. Así que en aquel momento, mi madre, me dijo que no era una solución estar triste sino que esto me tenía que servir para valorar todo lo que tengo ahora y vivir con intensidad. Así que en lugar de soltar un gran discurso maternal me dio un pequeño libro, “Coses que fan que la vida valgui la pena”. La autora es Maria Mercè Roca, autora catalana compañera de la infancia de mi madre, y el libro relata distintos detalles que construyen su felicidad. Aquel día leí el libro y empecé a valorar.
Hoy, 4 años más tarde, quiero dejar escrita mi lista.
Estar en la cama y que llueva, un helado de chocolate del Dino, que te guste un vestido y encuentres tu talla, encontrarte a alguien de tu pueblo cuando estás lejos, comer paella en casa l’àvia, que pongan “brown eyed girl”, compartir un secreto, un e-mail que no sea un e-mail en cadena, las patatas fritas de Ana, recibir una postal, una tarde de domingo en la Latina, un encuentro en el “Diario de Patricia”, que te espere alguien en el aeropuerto, un buen consejo, pasear por Malasaña, una llamada inesperada, salir antes de trabajar, aprobar un examen, una bañera de agua caliente, un nuevo capítulo de Lost, un beso, escuchar un marujeo, cruzar el puente de Brooklyn de noche, que llegue el verano, una flor el día de Sant Jordi, un abrazo de los que casi te ahogan, reecontrarse con un amigo que hace muchos que no ves, que se acuerden de tu cumpleaños, adornar el árbol de navidad, comprar un billete de avión, dar un regalo, un plato de “escalivada”, preparar una maleta, encontrar una camiseta que pensabas que habías perdido, recibir una sorpresa, que te sirvan una Estrella Damm en un bar de New York, escuchar a alguien hablar catalán, ver fotos que no recordabas ni que tenías, leer el final de un libro, comer regaliz, patinar en el Luna Park, una sonrisa, decir “feliz año nuevo”, el pà amb tomàquet, cantar en un karaoke, recordar momentos de la infancia, que gane el Barça cuando estoy en Madrid, las tardes-noches de carrera en el piso, "Es Pou des Lleó", la cena de noche buena, San Sebastián, ver a alguien tocar el saxo, el momento antes de salir a competir con mi equipo de patinaje, graduarse, un petit suisse de chocolate, ver ganar al Sant Josep, las fiestas del polivalent, los lunes al sol, un partido de baloncesto, un anuncio gracioso, un “quinto” en “l’Enrenou”, observar el cielo, una actuación de Sabina, la tripita de Belen, el color rosa, que se te pongan los pelos de punta, patinar en el Retiro, Williamsburg, una canción de Bom Bom Chip, el atardecer en Central Park, el atardecer en Benirrás, un cuadro de Alba, despertar escuchando Bob Dylan, perderse en la ciudad, tomar el café en la calle 23, una partida de palas en Punta Prima, el sonido del mar.