lunes, 19 de marzo de 2012

¡Lluííííís!

No suele escuchar pero sabe cuando le necesitas, no suele escribir pero es un gran escritor, no suele recordar los cumpleaños pero acierta todas las fechas del trivial, es el más fuerte en quirófano pero llora fácilmente con una película, no suele cocinar pero prepara los mejores platos, no suele cantar pero tiene una gran voz, no es un gran orador pero tiene grandes argumentos, no se acuerda de los chistes pero sabe reír, no suele llamarme pero se acuerda a menudo de mi.

Él es mi padre, el niño que tiraba piedras desde los árboles a las niñas en Susqueda, el veterinario salvavidas, el hijo preferido de Montserrat, el único hombre de Can Roig, el bailarín de los eventos de la fundación Simon de la Simona, el hombre con el coche que huele peor, el cantante de Solius, el ciclista del Rocatal, el alma de Pradoluengo.

Él es mi padre, mi protector, seguramente el culpable de que esté un poco mimada, que no sepa a quién llamar cuando se me rompe la nevera, que no sepa cambiar “coixinets”, que no sepa más de ordenadores, que no sepa colgar un cuadro, que no sepa hacer la declaración de la renta, que no sepa qué tomar cuando tengo fiebre.

De él he heredado las ganas de viajar, de estudiar, de hacer deporte, de conocer otros idiomas, de conocer y saber en general, de valorar aquellas cosas importantes (y las que no lo son), de tener cada día que pasa más paciencia, de apreciar una buena película o un buen vino, de buscarlo todo en internt, de querer ganar en los juegos de mesa. Sé que no le agradezco toda esta herencia lo suficiente, pero su ayuda me convierte hoy en la persona que soy, una hija feliz.

Es despistado, pero el que más nos quiere, el mejor, el más divertido, el más alegre. Seguramente todos aquellos que le conocéis no os sorprenderéis de que en las fotos todo el mundo saque su mejor sonrisa y diga Lluíííííííís. A partir de ahora añadidle luego un Turon.

Gracias y feliz día del padre! T’estimo!

jueves, 15 de marzo de 2012

La chica del turbante amarillo

Son las 8. Llego a casa, pongo cuatro adornos para que se intuya el ambiente festivo, escondo la ropa que tengo tirada en la cama, busco 3 sillas plegables para que tengamos la oportunidad de sentarnos todos, preparo copas, la botella de vino y espero.

Los españoles por regla general somos impuntuales, así que la primera en llegar es Yu. Yu es una japonesa muy simpática, sonriente, amiga de Elena en Bristol que aterrizó hace un par de días en la ciudad condal. Nos sentamos, abrimos una botella de vino y aprovechamos para conocernos mientras esperamos a los siguientes invitados.

Dos copas de vino después llegan Norman, Clara, la cumpleañera, y la comida. Los 3 son artistas y hacen que dude un momento en entregarle a Alba mi regalo de cumpleaños, mi primera manualidad. Nunca se me ha dado bien recortar, pintar y pegar, así que he tardado 26 años en verme capaz de adornar un marco de fotos.

Hacemos los preparativos para la cena, felicitamos a Alba, nos resumimos nuestras últimas semanas con un simple “bien” y llegan Maria y Laits. Ya estamos todos, tomamos asiento.

Más vino, pizzas, ensalada de cous-cous, aceitunas, pastel, velas, un deseo y grandes esfuerzos para hablar castellano entre nosotros. Forzamos alguna palabra, dicha con acento catalán, y es inevitable que se nos escape la risa.

María y Yu se van y ocupan sus sillas Carla y, más tarde, Guillem. Cambiamos el idioma a catalán y acompañamos las últimas conversaciones de la noche de sabores dulces.

Las cenas en el número 139 marcan. La compañía nunca es la misma, aunque algunas caras conocidas repitan una y otra vez, tampoco lo es el idioma. Los debates son siempre interesantes, inesperados, entretenidos, en ocasiones surrealistas.

Las horas pasan sin que nos demos cuenta y pronto se acaba el día 14. Un cumple más, pero una noche menos. Una noche menos en el pisito de Aribau.